DEDICATORIA

A la sociedad, a la mentira, a la verdad, al odio, al amor, a la radio, a la vida, a la muerte y a la sinceridad, a los pobres, a los ricos, al perfume de una flor, a los justos y a los engreídos, a los sueños, a los niños, a las víctimas del terrorísmo, al presidiario, al político, a quien hace lo que puede, al que puede y no quiere, a quienes me han inspirado para escribir estos versos, a las personas maltratadas, al anciano y a sus canas, a la libertad, a la puta, al inmigrante, al cura, al soldado y a los que aquí he olvidado, a todos les dedico estos poemas y vaya por delante mis excusas más sinceras si a alguno he ofendido, pero esto es lo que pienso, lo que siento y lo que digo.
A unos para demostrarles el cariño que les tengo y a otros para recordarles que no lo están haciendo bien.
También dedico estos versos, a canallas y perversos, maltratadores, terrorístas, a la peor calaña humana, a la justicia aún cuando es ciega, al poder que castiga, censura y quita vidas, a los que hacen la guerra, al que tortura y mutila, deseando que algún día esa especie se extinga.
A todos menos a uno y si te das por aludido, solo tú sabrás porqué. A tí prefiero ignorarte, pues tu ayuda me negaste, mi desprecxio por delante, que el mundo da muchas vueltas y nos hemos de encontrar. El tiempo te ha reservado el lugar que te corresponde y ahí estaré yo para verte cuando aprendas la lección. Nunca olvidaré lo que hiciste, aunque tienes mi perdón.

EL MÁS RICO DEL CEMENTERIO


Durante una vida entera
ganó cientos de enemigos,
odiado por ser avaro,
usurero y mezquino.

Amasó cuantas riquezas
fue capaz de atesorar,
nunca compartió con nadie
y robó cuanto pudo robar.

Robó a empleados y familia,
un poco de aquí y de allá,
su obsesión era el dinero
y cuanto más, poder lograr.

Nunca tuvo un buen amigo
ni nadie que le quisiera,
le odiaron incluso sus hijos
por su vida de miseria.

Por no gastar su dinero
su mujer murió enferma,
su padre sin entierro digno
y su madre murió de pena.

Hoy lo llevan a enterrar
solo unos desconocidos,
con su dinero pagaron
entierro y funeral sus hijos.

Nadie lo fue a despedir,
nadie le llevó unas flores,
nadie por su alma rezó
ni unas tristes oraciones.

En su tumba luce ahora
traje y zapatos nuevos,
ropas que antes nunca tuvo
el más rico del cementerio.

Y sus hijos se gastaron
su fortuna en cuatro días,
bebieron y festejaron
por el viejo Zacarías.

De nada sirvió ser avaro,
mezquino y usurero,
se retuerce ahora en su tumba
el más rico del cementerio.

De nada sirvió pasar hambre
y en invierno tanto frío,
por no gastar su dinero
que de nada le ha servido.

Que vida tan miserable
pasaste y diste a los tuyos,
sin el cariño de nadie
por no gastar cuatro duros.

Los niños ahora en la calle
cantan una canción,
Zacarías murió solo
por vivir como un gorrón.

Zacarías el tacaño
vivió sin gastar dinero,
a su entierro no fue nadie,
murió como un pordiosero.

Autor: Manuel Lijó Moares

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