DEDICATORIA

A la sociedad, a la mentira, a la verdad, al odio, al amor, a la radio, a la vida, a la muerte y a la sinceridad, a los pobres, a los ricos, al perfume de una flor, a los justos y a los engreídos, a los sueños, a los niños, a las víctimas del terrorísmo, al presidiario, al político, a quien hace lo que puede, al que puede y no quiere, a quienes me han inspirado para escribir estos versos, a las personas maltratadas, al anciano y a sus canas, a la libertad, a la puta, al inmigrante, al cura, al soldado y a los que aquí he olvidado, a todos les dedico estos poemas y vaya por delante mis excusas más sinceras si a alguno he ofendido, pero esto es lo que pienso, lo que siento y lo que digo.
A unos para demostrarles el cariño que les tengo y a otros para recordarles que no lo están haciendo bien.
También dedico estos versos, a canallas y perversos, maltratadores, terrorístas, a la peor calaña humana, a la justicia aún cuando es ciega, al poder que castiga, censura y quita vidas, a los que hacen la guerra, al que tortura y mutila, deseando que algún día esa especie se extinga.
A todos menos a uno y si te das por aludido, solo tú sabrás porqué. A tí prefiero ignorarte, pues tu ayuda me negaste, mi desprecxio por delante, que el mundo da muchas vueltas y nos hemos de encontrar. El tiempo te ha reservado el lugar que te corresponde y ahí estaré yo para verte cuando aprendas la lección. Nunca olvidaré lo que hiciste, aunque tienes mi perdón.

ARDE EL MONTE


Arde el monte,
todo se quema,
pasto de las llamas
a muerte suena.

Humo y brasas
todo lo impregnan,
el viento empuja
y nada lo frena.

Arde el monte,
muere la tierra,
perece la fauna
en sombra negra.

Desesperados
los hombres intentan
luchar contra un fuego
que se incrementa.

Fuego provocado
por intereses,
dinero sucio
que huele a peste.

Bosque que era,
ahora desierto,
antes vida
ahora espectro.

Árboles sucumben
al poder del fuego,
desnudos, quemados,
paisaje muerto.

Llamas que apuntan
hacia el cielo,
desatan la furia
del infierno.

Vista desoladora
verano amargo,
tragedia de un fuego
que fué provocado.

Arde el monte
hasta sus entrañas,
por miserables
de mala calaña.

Monte devorado
por la gran bestia,
que a su paso
nada deja.

Arde el monte
arde la vida,
queda la tierra
en tristeza sumida.

Autor: Manuel Lijó Moares

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