DEDICATORIA

A la sociedad, a la mentira, a la verdad, al odio, al amor, a la radio, a la vida, a la muerte y a la sinceridad, a los pobres, a los ricos, al perfume de una flor, a los justos y a los engreídos, a los sueños, a los niños, a las víctimas del terrorísmo, al presidiario, al político, a quien hace lo que puede, al que puede y no quiere, a quienes me han inspirado para escribir estos versos, a las personas maltratadas, al anciano y a sus canas, a la libertad, a la puta, al inmigrante, al cura, al soldado y a los que aquí he olvidado, a todos les dedico estos poemas y vaya por delante mis excusas más sinceras si a alguno he ofendido, pero esto es lo que pienso, lo que siento y lo que digo.
A unos para demostrarles el cariño que les tengo y a otros para recordarles que no lo están haciendo bien.
También dedico estos versos, a canallas y perversos, maltratadores, terrorístas, a la peor calaña humana, a la justicia aún cuando es ciega, al poder que castiga, censura y quita vidas, a los que hacen la guerra, al que tortura y mutila, deseando que algún día esa especie se extinga.
A todos menos a uno y si te das por aludido, solo tú sabrás porqué. A tí prefiero ignorarte, pues tu ayuda me negaste, mi desprecxio por delante, que el mundo da muchas vueltas y nos hemos de encontrar. El tiempo te ha reservado el lugar que te corresponde y ahí estaré yo para verte cuando aprendas la lección. Nunca olvidaré lo que hiciste, aunque tienes mi perdón.

CUENTO DE UNA GUERRA


En un país muy lejano
gobernaba un dictador,
con su pueblo era un tirano
imponiendo el terror.

Cierto día, el gobernante
del país más poderoso,
decidió que acabaría
con el dueño del petróleo.

Y de paso, si se tercia
demostraría así su fuerza,
"ya que me han dado el mando,
heré lo que me apetezca".

Embaucó a un par de pardillos
para tal noble contienda,
convenciéndoles de que aquello
causa justa y noble era.

Saltándose a la torera
toda ley y voluntad,
envió tropas armadas
para, al pueblo liberar.

Desoyó otras opiniones
que veían el descalabro,
convencido de que al pueblo
no es necesario escucharlo.

Y fué así que en un alarde
de gran supremacía,
hizo de Irak un tablero
y jugó su partida.

Lanzó bombas desde el aire
persiguiendo su objetivo,
y consignas envió al mundo,
"estáis contra mí, o conmigo".

Por fin, tras miles de muertos
apresó al dictador,
erigiéndose ante el mundo
como el gran libertador.

"Me llevo vuestro petróleo
para pagar la contienda,
y os dejo el país en ruínas
vuestros muertos y miserias".

"Os dejo sin dignidad
tras mataros como a animales,
que si han caído inocentes,
son daños colaterales".

Y por si quedásen dudas
de quien tiene aquí el mando,
decide quien gobierna
y también hasta cuando.

Aunque viendo que la cosa
de su futuro se pone mal,
exige para sus actos, aprovación internacional.

No aparecieron las armas
ni el terrorísmo ha terminado,
pero quiere convencernos
de que el pueblo ha ganado.

Quizás en un futuro
el pueblo le de la razón,
y haya sido necesaria
esta intervención.

Pero si hay algo seguro
y en este cuento está claro,
es que con razón o no,
aquí huele un poco raro.

Autor: Manuel Lijó Moares

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