CUENTO DE UNA GUERRA
En un país muy lejano
gobernaba un dictador,
con su pueblo era un tirano
imponiendo el terror.
Cierto día, el gobernante
del país más poderoso,
decidió que acabaría
con el dueño del petróleo.
Y de paso, si se tercia
demostraría así su fuerza,
"ya que me han dado el mando,
heré lo que me apetezca".
Embaucó a un par de pardillos
para tal noble contienda,
convenciéndoles de que aquello
causa justa y noble era.
Saltándose a la torera
toda ley y voluntad,
envió tropas armadas
para, al pueblo liberar.
Desoyó otras opiniones
que veían el descalabro,
convencido de que al pueblo
no es necesario escucharlo.
Y fué así que en un alarde
de gran supremacía,
hizo de Irak un tablero
y jugó su partida.
Lanzó bombas desde el aire
persiguiendo su objetivo,
y consignas envió al mundo,
"estáis contra mí, o conmigo".
Por fin, tras miles de muertos
apresó al dictador,
erigiéndose ante el mundo
como el gran libertador.
"Me llevo vuestro petróleo
para pagar la contienda,
y os dejo el país en ruínas
vuestros muertos y miserias".
"Os dejo sin dignidad
tras mataros como a animales,
que si han caído inocentes,
son daños colaterales".
Y por si quedásen dudas
de quien tiene aquí el mando,
decide quien gobierna
y también hasta cuando.
Aunque viendo que la cosa
de su futuro se pone mal,
exige para sus actos, aprovación internacional.
No aparecieron las armas
ni el terrorísmo ha terminado,
pero quiere convencernos
de que el pueblo ha ganado.
Quizás en un futuro
el pueblo le de la razón,
y haya sido necesaria
esta intervención.
Pero si hay algo seguro
y en este cuento está claro,
es que con razón o no,
aquí huele un poco raro.
Autor: Manuel Lijó Moares
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