DEDICATORIA

A la sociedad, a la mentira, a la verdad, al odio, al amor, a la radio, a la vida, a la muerte y a la sinceridad, a los pobres, a los ricos, al perfume de una flor, a los justos y a los engreídos, a los sueños, a los niños, a las víctimas del terrorísmo, al presidiario, al político, a quien hace lo que puede, al que puede y no quiere, a quienes me han inspirado para escribir estos versos, a las personas maltratadas, al anciano y a sus canas, a la libertad, a la puta, al inmigrante, al cura, al soldado y a los que aquí he olvidado, a todos les dedico estos poemas y vaya por delante mis excusas más sinceras si a alguno he ofendido, pero esto es lo que pienso, lo que siento y lo que digo.
A unos para demostrarles el cariño que les tengo y a otros para recordarles que no lo están haciendo bien.
También dedico estos versos, a canallas y perversos, maltratadores, terrorístas, a la peor calaña humana, a la justicia aún cuando es ciega, al poder que castiga, censura y quita vidas, a los que hacen la guerra, al que tortura y mutila, deseando que algún día esa especie se extinga.
A todos menos a uno y si te das por aludido, solo tú sabrás porqué. A tí prefiero ignorarte, pues tu ayuda me negaste, mi desprecxio por delante, que el mundo da muchas vueltas y nos hemos de encontrar. El tiempo te ha reservado el lugar que te corresponde y ahí estaré yo para verte cuando aprendas la lección. Nunca olvidaré lo que hiciste, aunque tienes mi perdón.

LA CIEGA


Bien temprano cada día
por la calle la verás,
repartiendo alegría
por donde quiera que va.

La llaman la de la suerte
porque un día dió el premio,
y fué sonado en el barrio
aunque ella no pudo verlo.

A veces le preguntan
¿no te gustaría ver?
y ella responde sonriendo,
¿quién te ha dicho que no veo?

Veo un mundo de colores,
de formas y sentimientos,
veo inquietud en la gente,
con el corazón lo veo.

Veo incluso muchas cosas
que tú nunca podrás ver,
veo el frío, el calor y el viento,
veo tu forma de ser.

Y cuando acaricio tu rostro
suavemente con mis dedos,
veo lo que nadie en tí a visto,
lo que no se puede ver.

¿Para que quiero unos ojos
que me cuenten mentiras?
yo puedo ver la verdad
y el sentido de la vida.

Puedo ver el campo verde
y con flores todo el año,
puedo ver caras alegres
en invierno y en verano.

Cielo azul aunque las nubes
para tí, gris lo han pintado,
auguas limpias en los ríos
y ningún bosque talado.

Y a mí me llamáis la ciega,
¿Es que no veis que ha pasado?
en el mundo que os dio Dios
un infierno habéis creado.

Mejor que ver tanta basura
y no ponerle remedio,
en un momento de cordura
¿no os gustaría ser ciegos?

Autor: Manuel Lijó Moares

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